Billie Ruth by Edmundo Paz Soldán

Billie Ruth by Edmundo Paz Soldán

autor:Edmundo Paz Soldán
La lengua: spa
Format: epub
editor: Editorial Páginas de Espuma
publicado: 2016-12-27T00:00:00+00:00


Esos días me costó levantarme a las seis de la mañana para ir a entrenar al estadio. Cuando salía, dejaba la puerta abierta. A mi regreso, solía encontrar a Billie Ruth en mi cama; ella pasaba por mi apartamento antes de ir a sus clases, tomaba cereales en la cocina y luego se metía en mi cuarto. No le importaba que Tom estuviera durmiendo en la cama de al lado. Cuando iba al baño, a veces se ponía uno de mis shorts azules con el logo de los Chargers de la universidad; otras, estaba con un baby-doll color salmón. Mis compañeros se acostumbraron a su deshinbida aparición en los pasillos del apartamento.

Fuimos a jugar a Oxford, Mississippi, y llegué a ver, desde la ventana del bus, la mansión donde vivía la familia que había servido de modelo a los Sutpen en algunas novelas de Faulkner, pero me quedé con las ganas de visitar la casa del escritor. En Oxford perdimos cuatro a uno, pero al menos jugué quince minutos.

Cuando volví a Huntsville me esperaba en el buzón un sobre papel manila. Lo abrí: cayeron sobre la mesa del escritorio varias fotos de Billie Ruth. En unas estaba con su baby-doll color salmón, abrazada a dos animadoras con los ojos extraviados y una botella de vino en la mano; en otra, tirada sobre la cama con el cuerpo retorcido en una pose que habría copiado de alguna revista, se agarraba los senos con las manos y los ofrecía a la cama; en otra, estaba desnuda, rodeada de dos chicos del equipo de hockey también desnudos. Supuse que uno de ellos era Artie.

Billie Ruth me llamó varias veces y no contesté el teléfono. Una de esas mañanas se apareció por mi departamento y me preguntó si la estaba evadiendo. Le dije que no había nada de que hablar; había visto las fotos.

–Ah, eso –dijo con displicencia–. Pensé que estabas molesto por algo serio.

–¡Es que es algo serio! –grité.

–Era sólo un juego.

–Todo es un juego para ti, todo es broma.

Tardó en darse cuenta de lo herido que estaba. Me dijo que la llamara cuando se me pasara.

Ese fin de semana fui a jugar a Athens, Georgia. Una noche salí con Jonathan a buscar alguno de los bares donde quizás, por un golpe de suerte, podríamos encontrarnos con un integrante de R.E.M. No hubo rastro de R.E.M., pero en un bar conocimos a dos chicas de Atlanta y nos quedamos. La mía se llamaba Tina, era pelirroja y tenía una voz dulce; la de Jonathan se llamaba Julia y era flaca y poco agraciada. Se nos fue la mano con la cerveza y mientras bailábamos yo no podía dejar de pensar en Billie Ruth. La imaginaba junto a mí riéndose con estruendo de alguna broma que ella misma había contado, y luego la veía con el baby-doll salmón en la fiesta del equipo de hockey, acariciando a Artie en la puerta del baño mientras sus amigas corrían por la sala regando de ponche a todos.



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